PEQUEÑAS REFLEXIONES EN PROSA SIMPLE: AGOSTO, FRÍO EN EL ROSTRO (Agosto 2023)

PEQUEÑAS REFLEXIONES EN PROSA SIMPLE: AGOSTO, FRÍO EN EL ROSTRO.

 Siempre se han considerado los refranes como el jugo concentrado de la sabiduría popular, la manifestación en un molde sucinto de toda la experiencia de siglos que la gente ha plasmado en pequeñas frases sentenciosas. Su primordial propósito no es otro que ayudar a tomar decisiones instantáneas ante dilemas cotidianos, ante coyunturas sencillas del día a día, que precisan de una solución pragmática y veloz. Realizan su función didáctica mediante la constatación de pequeñas verdades, simples silogismos de andar por casa, conclusiones empíricamente válidas.

 Pero, como corresponde a unos axiomas tan ligados a la tierra firme, su rango de acción está limitado a aquellas zonas de donde proceden, y aunque su certeza esté garantizada por los años de acumulación sensorial mediante el método de ensayo y error, o el simple testimonio de los sentidos, sólo es aplicable en los núcleos sociales de donde surgieron.

Así, mientras frases como: <<La “surlestá” de San José, quince días antes, quince días después>>, donde el gran conocimiento que los hombres de la mar tienen sobre la conducta de los vientos, coloca a la “surlestá”, (es decir, la surlestada o viento del sureste) justo en todo el mes de marzo, en otras regiones de España, este dicho ni es conocido, ni tiene nada que ver con su realidad. El Sur Leste (que también es correcto y se utiliza en el argot marinero) bate nuestras costas en el mes de marzo, pues por la disposición astronómica y climatológica de ese momento, el suelo se va calentando más, y ese hecho da pie a que el aire se vuelva más cálido. Como consecuencia, el Levante tiende a subir y moverse sin parar. La sentencia de este refrán sólo es verdadera en el Sur de nuestra Península Ibérica, y más concretamente en el litoral gaditano, pues si bien es cierto que en toda España, por la misma explicación física, Marzo es un mes en el que reina el viento, como rezan los refranes <<Marzo ventoso y abril lluvioso, hacen a mayo florido y hermoso>>, o <<En marzo la veleta, ni dos horas se está quieta>>, estos dichos no hacen referencia al viento de Sureste, al Levante, ya que este fenómeno, tan familiar para nosotros en la provincia de Cádiz, no se produce en zonas del interior peninsular, ni en la costa cantábrica, ni en el litoral gallego, ni siquiera en el Mediterráneo, pues allí no existe esa confluencia de dos mares que hace posible la rebelión continua de los vientos ante las columnas de Hércules.

 Por este mismo motivo, el famoso refrán <<Agosto, frío en el rostro>>, o <<Agosto, refresca el rostro>>, en otra versión, constituye un dicho muy popular, pero poco aplicable a Andalucía, al menos en lo que respecta a la costa. Es una sentencia que nos lleva al Norte, nos transporta a la frescura del Atlántico en Galicia, donde las nubes cargadas de constante lluvia liberadora nos muestran los coletazos del mes de agosto como días de anticipación del otoño, con un bello halo de melancolía. Hablar de fresco en agosto, nos hace viajar al verde sanador del País Vasco, con ese paisaje espectacular y neblinoso que tanto alivia al cuerpo harto de los tórridos embates del verano meridional. <<Agosto, frío en (o refresca) el rostro>> nos hace pensar en esa rebequita tan necesaria en los anaranjados ocasos de la Castilla profunda, casi vacía, pero extremadamente hermosa, salpicada de pueblecitos como luciérnagas vergonzosas en los frondosos valles, donde la luz se va fundiendo paulatinamente al negro de la fría noche…

 En fin, <<Agosto, frío en el rostro>> nos sumerge al escucharlo en un paraíso de esperanza fresca cuando la canícula nos agobia con sus zarpazos ardientes, especialmente en esas noches de calor intenso en las que el sudor acompaña al insomnio. Pero siempre nos llega como algo distante, foráneo, no como el resultado de la experiencia de siglos en la bahía y la llanura gaditana. Puede que en las alturas de la sierra, la sentencia del refrán se encuentre en su salsa…Puede que allí sea así.

 En cualquier caso, y ya a título particular, a ver si consigo mediante este pobre escrito, a modo de conjuro, que el famoso dicho amplíe su radio de acción hasta nuestra latitud meridional, para poder sentir ese ansiado fresco en el rostro, igual que el poema anterior, “La pugna de los vientos”, sirvió para establecer un verano de delicioso Poniente, sobre todo por las noches, pues desde que lo escribí, el viento del oeste se asentó prácticamente en todo el estío. Amén.

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