NADA HAY MÁS CIERTO (OCTUBRE 2018)
Nada hay más cierto que tú,
y sin embargo, hasta ahora,
no he tenido la certeza
de las líneas de tu boca,
ni del hielo atrincherado
justo al lado de mi sombra,
asomando los colmillos
tras una mueca de sorna,
desnudo el escalofrío
de toda misericordia,
con la zarpa traicionera
en medio de la edad rota.
Recuerdo cuando tan sólo
eras una idea blanca,
algo escrito, algún dibujo
de vapor en la distancia,
un lugar para la pena
de poesía temprana,
la silueta diluida
de alguna figura extraña,
algo que, como de lejos,
en otras ramas posaba
su pesadilla espinosa,
mientras yo, desde la playa,
sólo conocía el eco
remoto de la montaña.
¡Qué poco entienden los niños
del fondo de las palabras!
Pero ahora, cada instante
es una llave oxidada
para las puertas de humo
a la espera de que abran,
siempre la duda en la noche
que no sabe si mañana
saludará el ajetreo
del día tras la ventana.
Y me gritan las rodillas,
y se me anuda la espalda,
y se encoge desvalido
el hueco de la garganta,
porque sé que andas rondando
las estrellas de mi cama,
y te tengo tanto miedo
que se me mojan las alas:
En el barrizal del bosque,
oculta entre la hojarasca,
he creído vislumbrar
el contorno de una cara,
tras el zumbido ligero
que modulan las pestañas
de un acechar clandestino,
que, muy despacio, me llama.