PEQUEÑAS REFLEXIONES EN PROSA SIMPLE: LA INCOMUNICACIÓN QUE NOS ESPERA (Diciembre 2017)
Mi persistente afición al cine, impulso inviolable desde mi más profundo sentimiento, y desde mi más temprana edad, me condujo a asistir otra vez, una más, al enigma encerrado en la mágica pantalla, y mientras hacía tiempo para el momento de colarme en la nueva historia, entré en uno de esos “lugares tan gratos para conversar”, como definían magníficamente Gabinete Caligari, es decir, decidí disfrutar de una cerveza y una tapa en un bar.
Allí, en la envolvente atmósfera de las luces navideñas, mezcladas con el cálido olor de los diversos alimentos, observé una escena cada vez más frecuente en este mundo de tecnología desaforada que nos impregna la piel, como una capa de pringue viscosa y densa, difícil de limpiar en los hábitos cotidianos. Una pareja de novios, jóvenes y hermosos, estaban sentados en una mesa frente a mí con sus respectivas consumiciones. Pero cuál sería mi sorpresa al ver que, en vez de arrumacos y palabras tiernas y suaves, dichas en voz baja e íntima, tan cómplice de los corazones compartidos, ambos componentes de la pareja se sumergían en el perdido submundo del móvil, como en universos distantes, como si no tuvieran nada que comunicarse el uno al otro, como si fueran dos presencias yuxtapuestas en planos diferentes de la realidad.
Me pregunté entonces qué puede depararles a estas parejas el futuro, qué clase de relación puede forjarse entre dos personas que apenas se hablan cuando están juntas, y que, en lugar de abrir de par en par el alma para conocerse mejor, se enfrascan en conversaciones irreales y lejanas, como si anduvieran siguiendo caminos paralelos, o pero aún, divergentes.
Y lo peor es que se supone que estas parejas serán el fundamento donde sustentar las familias del futuro. Es, en mi opinión, una base muy pobre para soportar el peso de los niños del porvenir, con toda la arcilla de su educación por moldear, y todos sus senderos por esculpir.
Quizás sea que la edad me está volviendo catastrofista, pero no espero nada bueno del silencio concentrado y la falta intimidad en las flores del amor.