LLEGADA A LUQUE EN AGOSTO (tras hacer senderismo muchos kilómetros durante muchas horas. Allá por 2006 ó 2007)

LLEGADA A LUQUE EN AGOSTO (tras hacer senderismo durante muchos kilómetros y horas)

Los monstruos del averno

han mordido la tierra,

y sus graves eructos

salen en ígneas grietas.

El fuego se ha instalado

debajo de las piedras,

y el pueblo se refugia

con llaves en sus puertas.

La ausencia de agua duele

y la calor aprieta,

la canícula asola,

y las almas se encierran.

La sombra es un recuerdo

que cada casa sueña,

y el sol un enemigo

que en toda su grandeza

va desecando restos

de fresco en las aceras.

Hay un vacío anclando

la flama por las calles,

una huida perpetua

donde no queda nadie.

Hay una fuente seca,

¡no puede ni tocarse!,

con su estructura en llamas

y sus grifos que arden.

Se mastica el silencio

en la boca sin aire:

la sed acorralada

va cuajando la sangre.

No hay ni una ventana

que abra sus cristales,

ni una rendija al viento,

ni alguna voz que hable,

solo un brusco desierto,

un abandono exangüe

donde un reloj avisa:

¡las cuatro de la tarde!  

DE PRONTO, ÉRASE UNA VEZ (Julio 2024)

DE PRONTO, ÉRASE UNA VEZ

De pronto, érase una vez:

mi  evocación suma, quieta,

las capas que en la maleta

amontona la vejez.

¡Cómo brilla en el paisaje,

teñido de suave añil,

el regocijo infantil,

memoria en el equipaje!

Días felices, lejanos,

de calores y mangueras

salpicando las aceras

en la luz de los veranos.

Con el relieve constante

de la música en la casa,

las fechas corrían. Pasa

la niñez en un instante.

Mi madre en su eterno empeño

de quehacer en la cocina,

colgaba en alguna esquina

el halo vago de un sueño.

El crucigrama mostraba

en el papel su misterio,

y mi padre absorto, serio,

palabras escudriñaba.

Universos descuadrados

entraban por la ventana,

mas, todavía mi hermana

tenía sueños guardados.

Todos los que ya se han ido

con la sonrisa bien puesta,

alrededor de la siesta,

al blanco albur del olvido.

Fueron al alba, temprano,

la niebla en sus pies, en calma:

se queda callada el alma

con la maleta en la mano.

CUANDO VIENEN LOS VILANOS (JULIO 2024)

CUANDO VIENEN LOS VILANOS (JULIO 2024)

 La primera vez que escuché la palabra “vilano” no sabía muy bien a qué se refería. En mi afán de aprender, que permanece intacto a pesar de lo lejana que queda ya mi niñez en la tiranía del tiempo, busqué inmediatamente su significado, y según lo que pude comprobar, se denomina vilano en botánica al conjunto de pelos simples o plumosos, cerdas o escamas, que rodea la flor del cardo. Y por lo que observé en las fotos que ilustran la definición, me pareció que es lo que luego, cuando ese conjunto de pelillos plumosos sale volando a polinizar montado en el viento, se llama en algunas zonas del sur “demonio”.

 Ese era el nombre que yo le daba de niña a la bolita de pelos que traía el viento a veces en grandes cantidades, y a la que mi madre, por no sé qué curiosa tradición, otorgaba la venida de la buena suerte.

 Los recuerdo en las imágenes de mi infancia más remota, cuando me servían de acicate para correr tras ellos, como si fuese a alcanzar los ansiados componentes de un tesoro desconocido e inesperado. Cuando por fin los podía retener, bien en las manos, bien en algún pequeño cartucho de papel, los volvía a lanzar al aire con un fuerte soplo para mirar su trayectoria de vuelo sin objetivo, como el más simple de los milagros, y con la extensión del tiempo desplegada ante mí sin las restricciones de la edad. Me veo a mí misma corriendo tras los “demonios”, en la más absoluta y feliz inconsciencia, sin más meta que pasar las horas mirando su errático recorrido en el viento aún caliente del verano, con la sonrisa hendida por la ausencia de algún diente que ya se había llevado el Ratoncito Pérez para traerme una moneda de chocolate bajo la almohada.

 Probablemente esas bolitas de pelo errantes en el viento constituyen, como transporte de semilla en su tarea de polinización que son, una fuente tal vez peligrosa de alergias y otras consecuencias un tanto desagradables para la salud. Pero yo entonces ni era consciente de este hecho, ni por fortuna jamás tuve la sensación de sufrir percance alguno por jugar con estas pequeñas bombas de polen.

 Y por eso cuando en alguna parte leí “Cuando vienen los vilanos, es conclusión del verano”, el eco del refrán sencillamente me transportó a aquellos días, tan borrosos ya, en los que yo jugaba con los “demonios” sin preocupación alguna y sin más finalidad que sonreír al presente como a una puerta mágica.