CUANDO VIENEN LOS VILANOS (JULIO 2024)

CUANDO VIENEN LOS VILANOS (JULIO 2024)

 La primera vez que escuché la palabra “vilano” no sabía muy bien a qué se refería. En mi afán de aprender, que permanece intacto a pesar de lo lejana que queda ya mi niñez en la tiranía del tiempo, busqué inmediatamente su significado, y según lo que pude comprobar, se denomina vilano en botánica al conjunto de pelos simples o plumosos, cerdas o escamas, que rodea la flor del cardo. Y por lo que observé en las fotos que ilustran la definición, me pareció que es lo que luego, cuando ese conjunto de pelillos plumosos sale volando a polinizar montado en el viento, se llama en algunas zonas del sur “demonio”.

 Ese era el nombre que yo le daba de niña a la bolita de pelos que traía el viento a veces en grandes cantidades, y a la que mi madre, por no sé qué curiosa tradición, otorgaba la venida de la buena suerte.

 Los recuerdo en las imágenes de mi infancia más remota, cuando me servían de acicate para correr tras ellos, como si fuese a alcanzar los ansiados componentes de un tesoro desconocido e inesperado. Cuando por fin los podía retener, bien en las manos, bien en algún pequeño cartucho de papel, los volvía a lanzar al aire con un fuerte soplo para mirar su trayectoria de vuelo sin objetivo, como el más simple de los milagros, y con la extensión del tiempo desplegada ante mí sin las restricciones de la edad. Me veo a mí misma corriendo tras los “demonios”, en la más absoluta y feliz inconsciencia, sin más meta que pasar las horas mirando su errático recorrido en el viento aún caliente del verano, con la sonrisa hendida por la ausencia de algún diente que ya se había llevado el Ratoncito Pérez para traerme una moneda de chocolate bajo la almohada.

 Probablemente esas bolitas de pelo errantes en el viento constituyen, como transporte de semilla en su tarea de polinización que son, una fuente tal vez peligrosa de alergias y otras consecuencias un tanto desagradables para la salud. Pero yo entonces ni era consciente de este hecho, ni por fortuna jamás tuve la sensación de sufrir percance alguno por jugar con estas pequeñas bombas de polen.

 Y por eso cuando en alguna parte leí “Cuando vienen los vilanos, es conclusión del verano”, el eco del refrán sencillamente me transportó a aquellos días, tan borrosos ya, en los que yo jugaba con los “demonios” sin preocupación alguna y sin más finalidad que sonreír al presente como a una puerta mágica.

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