
DE PRONTO, ÉRASE UNA VEZ
De pronto, érase una vez:
mi evocación suma, quieta,
las capas que en la maleta
amontona la vejez.
¡Cómo brilla en el paisaje,
teñido de suave añil,
el regocijo infantil,
memoria en el equipaje!
Días felices, lejanos,
de calores y mangueras
salpicando las aceras
en la luz de los veranos.
Con el relieve constante
de la música en la casa,
las fechas corrían. Pasa
la niñez en un instante.
Mi madre en su eterno empeño
de quehacer en la cocina,
colgaba en alguna esquina
el halo vago de un sueño.
El crucigrama mostraba
en el papel su misterio,
y mi padre absorto, serio,
palabras escudriñaba.
Universos descuadrados
entraban por la ventana,
mas, todavía mi hermana
tenía sueños guardados.
Todos los que ya se han ido
con la sonrisa bien puesta,
alrededor de la siesta,
al blanco albur del olvido.
Fueron al alba, temprano,
la niebla en sus pies, en calma:
se queda callada el alma
con la maleta en la mano.