LA MANO DE LOS REYES MAGOS (Versión extendida A) Diciembre 2024

LA MANO DE LOS REYES MAGOS Versión extendida A (04 ENERO 2024)

(I)

 A la pequeña Encarnita , que contaba apenas ocho años de edad, lo que más ilusión le hacía en el mundo era la visita de los Reyes Magos, cuya llegada esperaba con vibrante emoción. La Noche de Reyes era para ella la fecha más especial que podía imaginarse. Y no es que los regalos que recibía fueran abundantes, ni espectaculares, sino que más bien eran pocos y humildes, en concordancia con el escaso presupuesto familiar, si bien ella, con su inocencia intacta, aún nada sabía de ese asunto, pues no se podía ni imaginar que los esperados presentes fueran cosa de sus propios padres.

 Sin embargo, para Encarnita, los maravillosos Magos de Oriente siempre daban en el blanco con su elección, y colmaban de largo las sencillas expectativas de la niña.

 Pero aquel año la cosa era distinta. Su hermano Gabriel, que había cumplido los dieciocho en octubre, había sufrido un terrible accidente laboral en su mano derecha. El apéndice se había siniestrado al atascarse en una máquina, y como consecuencia, el feroz aplastamiento le había dejado inútiles algunos dedos y parte de la palma. Sin su mano derecha, Gabriel no podía seguir trabajando, y perdía toda opción de futuro laboral, de independencia económica, y hasta ese halo sutil de dignidad que imprime el trabajo a los seres humanos.

 Su hermanita decidió escribir una emotiva carta a los Reyes Magos, en la que les suplicaba la curación de la mano de Gabriel, a cambio de cualquier regalo que le pudieran traer de ahora en adelante. Ningún presente podría satisfacerla más que ver a su hermano con la mano en plenas condiciones, igual que antes del desgraciado accidente.

(II)

 El doctor Pérez Roca, famoso cirujano, conocido en el mundo entero, no sabía qué le pasaba a su coche. El auto se había parado en mitad de la nada, en una carretera comarcal de firme poco cuidado, que surcaba como un hilo silencioso el verdor del campo, flanqueado por hermosas laderas salpicadas de árboles y plantas. Ni siquiera había un arcén al que recurrir, por lo que el doctor tuvo que meter su coche en un sendero de tierra para no estorbar el tráfico, por si acaso aparecía algún coche, aunque allí no daba la impresión de que hubiese demasiado ajetreo de vehículos.

 Una furgoneta que circulaba por aquel lugar perdido de pura casualidad, lo recogió y lo llevó al pueblo más cercano.

(III)

 El mecánico del pueblo, Mariano, un hombre muy mañoso y dotado con una habilidad natural para los motores, atendió al doctor Pérez Roca con toda su amabilidad. Fue a recoger el coche averiado con su grúa, y enseguida, tras echarle un profundo y acertado vistazo, dio con la raíz del problema. Se puso manos a la obra y arregló el automóvil con rápida eficacia.

 Cuando el doctor Pérez fue a echar mano a la cartera para pagar a Mariano sus servicios, se dio cuenta de que se había dejado la cartera en su casa. Con gesto azorado, trató de explicar al mecánico que no podía pagarle inmediatamente porque por despiste se había olvidado la cartera en su domicilio.

<<¡No se preocupe! Ya me pagará cuando vuelva. Yo voy a estar aquí en el taller. ¡No me voy a mover de este sitio!>>

 En ese momento, el doctor Pérez observó a un muchacho de aspecto triste y compungido, que tenía la mano derecha vendada. Mariano le comentó: <<Es mi hijo. Se aplastó la mano en el trabajo con la maquinaria. Estamos destrozados porque la ha perdido para siempre, y ¡es tan joven!>>, exclamó con algunas lágrimas asomando temblorosas en sus apenados ojos.

 El doctor Pérez Roca replicó: <<Déjeme examinarlo. Soy cirujano, y la reconstrucción es justo mi especialidad. Quizás se pueda hacer algo. ¡No se preocupe por nada!>>

(IV)

  Pasado un año, en la fiesta del pueblo, engalanado con laboriosas guirnaldas de lucecitas de colores, Gabriel bailaba alegremente con su novia. La operación que el doctor Pérez Roca había realizado en su mano accidentada había sido un éxito absoluto. Había podido recuperar la mano, con el añadido de una pequeña prótesis, y había alcanzado casi el mismo nivel funcional que antes del accidente, como si se tratara de un maravilloso prodigio divino. La familia no podía estar más feliz, sobre todo la niña Encarnita, que secretamente, sentía que el milagro se debía a su intervención, con ese sacrificio personal tan valioso para ella. Su corazón entero se hallaba anegado de júbilo y agradecimiento a sus queridos Reyes Magos.

LA MANO DE LOS REYES MAGOS

LA MANO DE LOS REYES MAGOS (Versión corta) Diciembre 2024.

(I)

A la pequeña Encarnita , que contaba apenas ocho años de edad, lo que más ilusión le hacía en el mundo era la visita de los Reyes Magos. La Noche de Reyes era para ella la fecha más especial que podía imaginarse. Y no es que los regalos que recibía fueran abundantes, ni espectaculares, sino que más bien eran pocos y humildes, y ella en su inocencia no se podía ni imaginar que los esperados presentes fueran cosa de los padres.

Sin embargo, para Encarnita, los maravillosos Magos de Oriente siempre daban en el blanco con su elección.

Pero aquel año la cosa era distinta. Su hermano Gabriel, que había cumplido los dieciocho en octubre, había sufrido un terrible accidente laboral en su mano derecha, perdiendo algunos dedos al ser aplastados por la máquina con la que trabajaba.

Su hermanita decidió escribir una emotiva carta a los Reyes Magos, en la que les suplicaba la curación de la mano de Gabriel, a cambio de cualquier regalo que le pudieran traer.

(II)

El doctor Pérez Roca, famoso cirujano, no sabía qué le pasaba a su coche. El auto se había parado en mitad de la nada, en una carretera comarcal de firme poco cuidado, flanqueado por hermosas laderas salpicadas de árboles y plantas. No había un arcén al que recurrir, por lo que el doctor tuvo que meter su coche en un sendero de tierra. Una furgoneta que circulaba por aquel lugar perdido por pura casualidad, lo recogió y lo llevó al pueblo más cercano.

(III)

El mecánico del pueblo, Mariano, un hombre muy mañoso y dotado con una habilidad natural para los motores, atendió al doctor Pérez Roca con toda su amabilidad, y enseguida, tras echarle un profundo y acertado vistazo, dio con la raíz del problema. Se puso manos a la obra y arregló el automóvil con rápida eficacia.

Cuando el doctor Pérez fue a echar mano a la cartera para pagar a Mariano sus servicios, se dio cuenta de que se había dejado la cartera en casa. Con gesto azorado, trató de explicar al mecánico que no podía pagarle inmediatamente porque por despiste se había olvidado la cartera en su domicilio.

<<¡No se preocupe! Ya me pagará cuando vuelva. Yo voy a estar aquí en el taller>>

En ese momento, el doctor Pérez observó a un muchacho de aspecto triste y compungido, que tenía la mano derecha vendada. Mariano le comentó: <<Es mi hijo. Se aplastó la mano en el trabajo con la maquinaria. Estamos destrozados porque la ha perdido para siempre, y ¡es tan joven!>>, exclamó con algunas lágrimas asomando temblorosas a sus apenados ojos.

El doctor Pérez Roca replicó: <<Déjeme examinarlo. Soy cirujano, y la reconstrucción es justo mi especialidad. Quizás se pueda hacer algo. ¡No se preocupe por nada!>>

(IV)

Pasado un año, en la fiesta del pueblo, Gabriel bailaba alegremente con su novia. La operación del doctor Pérez Roca había sido un éxito absoluto. Había podido recuperar la mano, con el añadido de una pequeña prótesis, y había alcanzado casi el mismo nivel funcional que antes del accidente. La familia no podía estar más feliz, sobre todo Encarnita, que secretamente, sentía que el milagro se debía a su intervención. Su corazón entero se hallaba anegado de júbilo y agradecimiento a sus queridos Reyes Magos.