CARTA DESDE EL CIELO (Febrero 2025). TEXTO ELEGIDO COMO FINALISTA EN EL V CERTAMEN DE CARTAS DE AMOR DE MAR A MAR. Pequeño homenaje a las víctimas del maltrato.

CARTA DESDE EL CIELO (Febrero 2025)

Querido esposo, amado a pesar de todo, porque mi corazón, inmenso de amor aquellos años, impregnaba la vida como una verdad indiscutible y sólida, con firmes raíces de plata en la tersura de la tierra.

Decías que me amabas. Al principio, tal vez fue así, muy al principio, cuando todavía la perversidad disparatada de necesitar controlarme no se había plantado en tus entrañas, cuando todavía la obsesión tal vez no era más que un germen diminuto que aún no te había inoculado la sinrazón de los celos y el desprecio. Pero después, poco a poco, una densa tiniebla te fue envenenando con un ansia de poder sobre mí que desató la furia de tu alma ya podrida.

Decías que me amabas, que yo tenía la culpa, que te empujaba a descargar tu diabólica idea de la justicia con castigos de hiel y espinas. Llevaste mi vida en cuerpo y alma al grotesco infierno de dolor y vejaciones que tus ciegos impulsos trazaban sin piedad. La tortura se disfrazó de rutina durante años en el más oscuro de los despropósitos, mientras yo intentaba calmarte, cambiarte quizás, arrinconada en las temibles penumbras de la casa.

Decías que me amabas. Incluso aquella fatídica noche en que tu delirante locura decidió hundir ese afilado cuchillo en mi corazón, desde el pecho hasta la espalda, diez veces, diez dardos de muerte que me atravesaron hasta clavarse en el parqué del comedor, porque no podía más. Me marchaba…

Desde aquí, donde mi cuerpo no es más que un recuerdo de ceniza, y mi nombre una triste cifra en algún registro, un número que apunta la vergüenza del mundo como una sombra de tragedias cotidianas, soy libre, estoy en paz. No creo que llegues a tu último destino con el alma aseada al viento. Aunque desearía tu sanación, el odio nunca beneficia a nadie.

¡Qué pena de amor desperdiciado!

Espero que mi absurda muerte sirva de advertencia a alguna incauta para salir corriendo. Decías que me amabas. ¡Qué sabrás tú de amor! ¡Menos mal que el amor existe y es más grande que tu mezquindad!

Adiós, esposo.

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