
DIFÍCIL TAREA VOLVER A EMPEZAR
En el humilde espacio de opinión que la experiencia me brinda, afirmo que la tarea de volver a empezar es DOBLEMENTE difícil. Y, ¿por qué digo yo que la dificultad en esa situación está duplicada? Pues, porque, en principio, una cosa es empezar, a secas, cuando hay que edificar en un terreno limpio y desbrozado, y otra es volver a empezar, en cuyo caso es necesario reconstruir sobre ruinas, y ya no se trata tan solo de iniciar un nuevo camino, ni de simplemente inaugurar una senda inexplorada en la que rutila con fulgor la ilusión de las construcciones por levantar. No, no se trata solo de empezar, que aun complejo y arduo, se envuelve de entusiasmo y emoción, como todas las primeras veces.
Estoy hablando de volver a empezar, lo cual, supone arrancar de cuajo todo lo anterior, suprimir obligadamente todas las rutinas conocidas a las que se agarra, como al más preciado soporte, nuestro pobre ánimo de simples humanos.
Volver a empezar es salir al aire abierto desde la nada, esperar un milagro del vacío críptico que nos aguarda, soñar con un prodigio regenerador con el que poder trazar un plan virgen, aún por diseñar en el abismo de su fondo ya desierto, porque el pasado se escapó entre los dedos.
Y en esta tan sumamente difícil circunstancia de volver a empezar, el éxito es algo indirectamente proporcional a la edad, pues cuanto más años se arrastran, ya cumplidos en la vida, menos probabilidades nos quedan de emerger airosos, ya que además, este paso, prácticamente siempre, nos viene impuesto por el Destino, y no elegido por la Voluntad.
Sé de lo que hablo porque he tenido que pasar por ahí, por la dura exigencia de empezar de cero con los sesenta años a la espalda. Y también sé que cuando por fin se logra, cuando defines el horizonte desde esa fatigosa posición, la sensación de victoria y orgullo personal llega a la inmensidad, porque el hecho de labrarse una vida nueva, distinta, recién hecha, por estrenar, con el cuerpo ya ajado y el dolor agudo de los huesos latiendo por dentro, premia con una inconmensurable recompensa al pujante deseo de vivir.