PEQUEÑAS REFLEXIONES EN PROSA SIMPLE: El Levante Invasor y las Esperas Nuevas (Junio 2018)

 

 

PEQUEÑAS REFLEXIONES EN PROSA SIMPLE : El Levante Invasor y las Esperas Nuevas.

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Un cierto nerviosismo me picotea en esta espera de hoy, tan inusual para mí. No es en absoluto como aquellas otras horas preliminares, desplegadas entre los guiños del calendario como volcanes de confeti; nada que ver con los puñados de tiempo que precedían a mis hermosos encuentros con el amor, los que surgían como premios salteados en las fechas que nos permitían nuestros trabajos, tan poco convergentes para el ocio. Entonces, los diseminados puntos de conexión se volvían brillantes recompensas, radiantes de entusiasmo y ganas de hacer cosas compartidas, con un regusto de buen sabor marcado doblemente por los ojos expectantes.

Esta espera de extraño Levante, (¿o será tal vez de alguno de sus ventosos primos cuyo nombre ignoro?), me sumerge en etapas desconocidas que no me había imaginado nunca, a pesar de mi desaforada tendencia a dilucidar espacios en los vacíos de la mente, por lo que esta vez no disfruto del entrenamiento que en otras ocasiones me ha prestado la imaginación. Sólo alcanzo a deducir que este viento, tan salvaje, que yo creo conocer muy bien en la atmósfera abierta y grande del mar, se está adentrando como una especie invasora en terrenos que antes jamás osaba visitar. Porque el Levante, una vez topas con él es fácil de reconocer: siempre se queda, impregnando tus huecos de sal áspera, cantos antiguos, y sellos de cera indeleble.

Por eso, paso de las divagaciones de la espera inaudita, a preguntarme qué hace aquí, tan lejos de la espuma, tierra adentro, este viento marino cuya furia yo no pude experimentar en mi niñez, cercada por el río y las llanuras del valle. No lo recuerdo yo recorriendo estos lares, ni en las tardes de termómetros fundidos, ni en las treguas nocturnas de armisticio estival que pueblan las sensaciones de mi infancia.

Las ciencias me dicen, o eso creo haber oído, que el Levante puede estar emparentado con el mar, eso nadie lo discute, pero su misión última es acarrear la seca sordidez del desierto, para ser un temible invasor que conquista poco a poco, ladino y sutil, la fértil humedad de la tierra inocente. Y yo simplemente espero que no le estemos ayudando a difundir el alma seca de la arena.

 

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