PEQUEÑAS REFLEXIONES EN PROSA SIMPLE: EN LA EDAD CONSCIENTE (30 Enero 2021)

PEQUEÑAS REFLEXIONES EN PROSA SIMPLE: EN LA EDAD CONSCIENTE (30 Enero 2021)

                Llega a mis oídos la felicísima melodía de la canción “Eso que tú me das”, del lamentablemente desaparecido Pau Donés: “Eso que tú me das es mucho más de lo que pido…”. Al escucharla, me dejo arrastrar por esos compases en tono mayor en los que la alegría se dispara como un bullicioso torrente de fuegos artificiales, ante los que resulta imposible dejar las manos y los pies quietos, porque sin más preámbulos, saltan solos en la hipnótica marea de su ritmo, como decía otra canción con un corte musical de igual contento, “Blame it on the Boogie”, del también fallecido Michael Jackson: “I just can’t, I just can’t, I just can’t control my feet!”.

 Pero el desbordado júbilo de la composición va irremediablemente ligado a la situación que atravesaba su malogrado autor durante la grabación, pues el mismísimo (y grande) Pau Donés fue ilustrando la urdimbre de su canción con brillantes y audaces pinceladas de su propia lucha personal, mediante las cuales intentaba transmitir a la audiencia su inusitada tranquilidad, a pesar de las duras circunstancias que le habían tocado en suerte. Llevaba su empeño a cabo a través de vídeos y entrevistas en los que mostraba al público su postura, firme y entusiasta, frente a los envites despiadados de la enfermedad que le estaba consumiendo.

 Nos impactó. A mí, desde luego, me impactó su serenidad y su alegría en semejante trance. Mas, a pesar de la admiración ante tal despliegue de fuerza y grandeza humana, “Eso que tú me das” también me causa una especie de miedo sibilino, un desasosiego ácido que cala hasta las vísceras, pues las cifras de mis años, con su consciencia a cuestas, me exponen crudamente a la realidad del cercano final, a esa verdad que es más verdad que ninguna otra, y cuyo simple nombre hace que un gélido escalofrío recorra los cimientos de mi ser.

 Precisamente esa sensación es la que me ha movido a ponerme ante el papel una vez más, con el propósito de plasmar su extraño sentido, o al menos intentarlo. Me he dado cuenta de que la canción cuyas notas y mensaje tanto me gustan está marcada a su vez por un agrio trasfondo de inquietud que mi clarividencia actual, (llámese vejez), no puede esconder ni obviar. Y cada vez que la escucho, se produce esa desconcertante dualidad: Por un lado, los pies se me van solos a la llamada del ritmo vivaz, y, sobre todo, alegre, que envuelve la composición. Pero, por otro lado, me enfrenta a las imágenes agoreras e indefectiblemente ciertas de la existencia en su límite, lo cual, en mi opinión, no es más que el efecto de haber alcanzado la densa edad en la que se adquiere plena consciencia de la muerte, esa realidad de la que nadie quiere hablar ni oír …

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