
FEDERICO, MI HERMANO (A Federico García Lorca. Agosto 2022)
Como la escorrentía temblorosa
entre los zapateros y las piedras,
así mi voz se asoma por tu nombre,
ansiosa de sentir tu tibia huella
y flotar sin timón, como las aves
en el delirio azul que el viento deja.
¡Ay, mi hermano de sueños, grita y dime
si me has visto seguirte por el campo,
si has sentido la sombra de mi aliento
escarbando en tu piel de jaramagos,
para hallar el origen de tu fiebre
allá donde dejaste el folio en blanco!
Dime si acaso fue la madrugada
la que cayó de pie sobre tus brazos,
y si acaso, después, entre la niebla,
detectaste el empeño de mis pasos
en perseguir tu estampa de mil frunces
en las ondas tejidas por el barro.
Dime si has vuelto, acaso, la mirada
hacia el tímido hilo de vocablos
que intenté recobrar de entre los juncos
y ese denso zumbido de los zánganos.
Yo tras de ti pensé encontrar secretos,
su pesado silencio, el punto arcano
en el que la maleza consentida
selló el camino a golpe de disparos:
la sólida verdad de las hormigas
en la herencia del verso postergado.
¿Cómo entraré en la herida que te escinde
de nuestra dimensión del calendario,
la carrera sin fin de las palabras,
y la ley de la carne? ¡Dime, hermano!
Quiero darte la luz de los espejos
y la tenacidad de los caballos,
limpiar tu tuétano de los escombros,
y ofrecerte mi tiempo sobre un paño.
De ti presumo yo, como de sangre
prestada en las raíces de los verbos:
de ti aprendí a buscar bajo la umbría
el orgullo brillante de los ciervos,
el deseo fugaz de la albahaca,
y el canto recurrente de los muertos.
Por eso ahora hermano te llamé,
en el albor plateado del recuerdo,
por compartir penumbras y sabores,
geranios, emociones, miedos, genio,
abanicos, y tierra consumada
en el afán caliente de los versos.