RETAZOS DE MIRADA (Marzo 2024)

RETAZOS DE MIRADA

Cuando te amaba,

cuando te amaba tanto,

el mundo no tenía más sentido

que el titilar suave de tus ojos

temblando en medio de la madrugada.

La órbita de todo mi planeta

se aferraba al capricho fluido, acuoso,

de una neblina verde y trepidante

que lo llenaba todo desde abajo,

hasta llegar al cielo de allá arriba

con macizos puntales nacarados.

Cuando te amaba,

cuando te amaba tanto que mordía

las ruedas de metal de los relojes,

olas de incertidumbre me mecían,

cubiertas por el tiempo. Y su festón,

como un bordado lánguido de arbitrio,

acababa fundido, sin remedio,

en la lumbre prendida en tus pestañas,

espirales de auroras que me hablaban

de lo felices que éramos entonces.

Cuando te amaba,

cuando te amaba hasta descomponerme

entre briznas de tibia sutileza,

me embriagaba hasta el rayo más pequeño

de esa mirada que impregnaba el aire,

como alguna verdad de lo divino

que esculpía los días y las noches,

mientras yo crepitaba en la impaciencia

para ensamblar las piezas irisadas

a través de tus ojos contundentes.

Cuando te amaba,

cuando te amaba tanto,

cuando te amaba tanto que las sombras

estallaban de miedo por tu ausencia,

se colaban tinieblas por los huecos

inundando esperanzas y cajones

y las perchas oscuras del armario.

Pero con la ventisca de noviembre,

el mundo quedó atrás, reconducido

en el empeño fiel de la memoria,

y con llaves de hierro se sellaron

los extensos jardines de tus ojos,

y el mundo se apagó.

Cuando te amaba.

Cuando te amaba tanto.

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