Hallé otra vez la libertad del agua,
su frescor reforzado en el paisaje
de la altiva montaña del verano,
(fina humedad, como un visillo al viento,
un arcoíris de calima al frente).
Y entonces la niñez, su juego antiguo
en la temperatura desbordada,
se coló por los surcos de las gotas,
como en aquella infancia desprovista
de caprichos ajenos y costosos,
(los chiquillos batidos en la flama
agresiva del basto sol de julio):
Siento el acuoso canto de los grifos
que entonces bosquejaba fantasías
y planes al alcance de los pobres,
(los mitos de la playa tan distantes
como un sueño de vaho, piel de trébol
en la ruin lotería del reparto).
¡Qué agua tan hermosa y esperada
en aquellas carencias indomables!
¡Cuánta felicidad en la escasez
y en la magia infantil del vidrio vivo,
a pesar del vacío de las huchas
y de la frustración de los mayores,
sudando el equilibrio de su esfuerzo,
mas sin su recompensa de justicia!
¡Cuánta alegría gratis en el patio
que iba oleando a ritmo de manguera
los bañadores raídos de los niños
al libre chorro de las vacaciones
y el barrio inmerso en la agreste canícula!