COPA DE MAR y MONTAÑAS
El viento del ocaso es un milagro,
el mar se vierte en una copa al fondo,
y mientras tanto las hermosas moles,
suaves en la luz que se retira,
parecen al alcance de la mano,
con sus picos tan cerca que uno siente
que puede hablar con Dios en voz muy baja.
El adiós se me cae por el alma,
no quiero irme de esta blanca altura.
Quiero llevarme los montes guardados
oler aquella azul y húmeda niebla
donde las gaviotas se deslizan.
Quiero dejar el cuadro suspendido,
como un pequeño sueño que se cumple,
y quiero las imágenes magníficas
en el álbum dorado que conservo
para el día del alba cegador
cuando atraviese túneles de agua
y ajuste mi memoria y mis sentidos
a los colores básicos del mundo.
Agosto 2015.