LA LAVADORA VIEJA
Por la ocre ladera del vertedero,
surgen guiños de ojos oxidados,
que lloran el recuerdo de su vida,
los días de jabones y de paños,
de resplandor en sábanas nerviosas,
la bendición sonora del trabajo.
Eran los años de servicio útil,
del agradecimiento consumado,
cuando necesitaban tu presencia
para los bienestares cotidianos
en pequeños milagros invisibles,
eterno apoyo en los momentos arduos.
Pero el tiempo raspó sus dedos sucios
sobre el metal que aún sueña tintes blancos,
dejando una telúrica injusticia,
líneas amarillentas y arañazos,
llorosos desconchones y flaquezas
en el temblor insano del lavado.
Y hoy que te robaron la familia
donde tuviste el sitio tantos años,
con el tambor quebrado, y sin cables,
la portezuela rota gruñe al tacto
de latones antiguos que en suelo
te absorben en su mundo de rechazo,
mientras allá en tu casa, allá lejos,
un aparato nuevo han colocado.