MADERA ANTIGUA
Mi alma es como la madera antigua,
en su combate con las inclemencias:
una reliquia que se vuelve polvo
al más leve contacto improvisado
de imágenes podridas y crueles,
con el soplo del tiempo en las aristas
enseñando los dientes y las garras,
y una espada prendida de una teja.
Se torna llanto, un reguero de arañas
frágiles y temblando en la intemperie.
No importa cuánto luche, se deshace
como las mariposas en los dedos:
Va y viene del dolor, como la luna,
como el espíritu de las mareas,
como otras almas, con los ojos bajos,
que quedaron vagando en los caminos,
agarrándose a un clavo que enmohece,
los tablones heridos por la niebla,
las astillas hinchadas de vacío.