PEQUEÑAS REFLEXIONES EN PROSA SIMPLE XIX (Cuando el futuro no se ve) Marzo 2017

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PEQUEÑAS REFLEXIONES EN PROSA SIMPLE XIX (Cuando el futuro no se ve) Marzo 2017

 

Alguien de maravilloso buen sentir, que me guarda un cálido afecto, me invitó el otro día a participar en un evento cinematográfico, a sabiendas de mi absoluta adoración por el cine. La actividad, sin duda estupenda y digna de ser gozada por incondicionales de la pantalla como yo, tendrá lugar el próximo mes de Julio, y así me lo hizo saber el familiar amigo en cuestión. Y por segunda vez en mi vida, me inundó la incertidumbre al pensar en el futuro, aun siendo un futuro tan relativamente cercano como ese, que se esconde detrás de unos pocos meses, nada más.

La primera vez que me recorrió esa, hasta entonces, desconocida sensación había tenido lugar unos meses antes, al mencionar en una conversación la inminente primavera. Como un reptil extraño, la duda del tiempo trazó sus huellas en el sendero de mi pensamiento, dejando en el surco los acordes de aquella famosa sevillana: “¿Adónde estaré, Dios mío, la próxima Primavera …?”, cuyo eco, como un manojo de asombro y desconcierto, sembró en mí la turbia emoción del final impreciso.

En esta segunda ocasión, la cosa ha empezado a perturbarme, pues me lleva a pensar que mi imaginación, y con ella, de rebote, la esperanza, ha recortado el horizonte del porvenir, y lo ha reducido a un pequeño ángulo de visión, de muy corto alcance, donde el sueño de lo que queda por aparecer en mi vida ya no tiene la extensa imagen de espacio abierto que hacía rebosar de fantasía mis preguntas en la niñez. Y eso a pesar de que, según la teoría que ofrecen las estadísticas, y de acuerdo con el despliegue de fe que enuncian la tecnología y los avances de los tiempos modernos, aún me quedan bastantes años por gastar del saco de la vida, muchos minutos para rebañar con los dedos ansiosos. Pero mi mente más recóndita, no sé si movida por el engaño o por la fiel verdad, no me permite tomarme por seguras las fechas que van más allá de, si acaso, algunas horas … Nunca antes había adquirido una consciencia tan contundente de la proximidad de la muerte, de su amenaza de espectro súbito.  No sé si el dolor acumulado en los acontecimientos recientes ha contribuido a este sentimiento tan rotundo de realidad, pero en resumidas cuentas, las lindes del camino se insinúan a través de un grueso cristal distorsionado que arrebata la visión. Y el futuro no se ve.

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