PEQUEÑAS REFLEXIONES EN PROSA SIMPLE: LO QUE NOS DAN LOS ANIMALES (Noviembre 2017)
Uno de los placeres sencillos que más bienestar nos produce a las personas es el simple hecho de acariciar a los animales, y es así especialmente por la maravillosa respuesta que obtenemos de ellos, a saber, una satisfacción desde la raíz más pura, desnuda de cualquier tipo de interés, (que tanto nos define a los humanos), valiosa en sí misma, por el sentimiento que emana, y no por recompensas posteriores ajenas al afecto en sí.
Ellos sienten una felicidad sin dobleces, nítida y brillante, que expresan al exterior sin posibilidad de interpretaciones ambiguas, y de manera inmediata, tal cual notan el estímulo del cariño, en una entrega absoluta y rendida al amor, sin más ingredientes que su entusiasmo más sincero.
Yo he llegado tarde a esta experiencia tan beneficiosa y transparente, porque mis padres, en su celo exacerbado por mi protección contra todo daño externo que pudiera acecharme, intentaron alejarme de mi inclinación natural al juego con los animales, inculcando en mi mente blanda, como la arcilla por moldear, unos terrores excesivos y un tanto irracionales hacia el contacto con otros seres vivos que no fueran humanos, y por supuesto, conocidos.
Quizás por eso, al alcanzar esta fase de intercambio afectivo con la palpitante inocencia de los animales, tras superar los miedos sembrados en la infancia, sin malicia, por mi familia, vivo este hecho con la intensidad de la madurez, y a la vez, con el gozo sincero de mi fondo humano: ahora, por eso mismo, no puedo parar. Parece mentira que un gesto tan pequeño pueda reconfortar tanto en ambas direcciones.