EL TIEMPO DESHILACHADO (A nuestro amigo Luis, súbitamente fallecido)
Cesó por fin su lucha en la batalla
contra todos los nombres y apellidos.
Cerró su diccionario opaco y áspero,
que nunca descifró con claves claras,
mientras un corro de atentos oídos
se afanan en pasar las turbias hojas.
Le habían cruzado dos negras espinas
el alma de niñez que conservaba,
hacia atrás trastocaron las edades,
y el proyecto de adulto que dormía
esperando su turno para el vuelo,
quedó desvanecido entre las brumas
de una adolescencia dilatada,
desvaída, ajada, discordante,
fuera de su lugar en el otoño.
El mundo estaba ahí, sin una puerta,
una suerte de luces encriptadas
donde los camuflajes de las sombras
sonríen en nombre de la libertad,
con su dulce disfraz de tiempo eterno,
y su inmortalidad, tan engañosa.
En sus adentros brotaba un susurro:
“¿Quién eres, Libertad? ¿Y quién soy yo?
Hay una niebla oscura que me ciega.
¿Dónde acaba el pespunte de mi alma?
¿Y dónde empieza el mar que no conozco?
¿Y quién es esa luna que me llama,
y me arrastra en sus largos dedos rubios?”
Las preguntas se helaban con la escarcha
de aquellas madrugadas como selvas.
Mientras la eternidad era sencilla,
los años, papelillos de colores,
la vida era un minuto repentino,
un canto altivo, una piel inmortal.
Pero los calendarios y los huesos
se agrietan y enmohecen como el pan
que se nos olvidó en una alacena.
Y entonces toda la euforia del alba,
y las fechas fugaces del azahar,
se caen de las cumbres del Olimpo,
y encuentran su destino diseñado
por las seguras leyes de la tierra.
Y esa verdad de golpe duele tanto
que una flecha certera se clavó
en mitad de su alma dolorida,
y le robó el aliento de repente,
para dejarnos llenos de preguntas.
Llegó y se fue el eterno caminante
de redondos caminos infinitos.
AGOSTO 2014.