En tus palabras hay bosques de hielo,
suenan como un carámbano traidor,
una navaja ciega en su desprecio
que como insecto cuaja en el insomnio,
carcome las heridas ya curadas,
y crece por el fango del silencio
en la fábrica abrupta del absurdo.
Salen como una fiera obnubilada
por el pasto salvaje y venenoso
de un futuro esperado que no existe,
pues no hay futuro cierto en este mundo,
y pensar que es visible es caer al fondo
de un vacuo paraíso donde el miedo
cultiva sus mentiras arrogantes.
Van tus palabras locas por la sangre,
con los ojos vendados por la ira,
se creen eternas cuando son instantes
que el viento desperdiga sin memoria,
corren en remolinos sin cerebro,
movidas por pesares escondidos
que yo ni he consentido ni conozco.
Así tus noches no verán centellas
que rebosan de luz en las esquinas
para orientar la oscuridad errante
de aquellos que se sienten castigados
por alguna tormenta de preguntas.
Y no hallarás caminos ni respuestas
si no buscas sostén en los recuerdos,
en la raíz sincera de las cosas
que el amor hace intactas e imborrables:
Somos la suma entera de los pasos
que ya dimos, efectos de esas huellas,
y en preciadas maletas de jazmín
viene el esbozo de destinos nuevos.
Noviembre 2015