De los retornos imposibles
LA MOSCA (I) (En La Pinta en 2004)
En un instante soy como una mosca
diminuta y extraña, sin un nombre,
una presencia que nadie contempla,
espacio inadvertido entre las voces.
En un instante mi tiempo se fue
y ahora que lo sé, ya no hay remedio;
todo puede curar, menos la herida
que asestan los relojes en el cuerpo.
Ese es el modo en que llega la muerte,
que ataca a la materia con sigilo,
va ajando cada huella de tus dedos,
deteriora tu sangre y tu destino.
Poca cosa es el alma en esta lucha,
y nada es lo inmortal contra la carne,
nada el empeño de todos los pasos
que cruzaron el viento hacia delante.
Me he mudado la piel en la de insecto:
pues tú ya no me ves, no me ve nadie.
Me borraron del mundo sin piedad,
me han despojado del rostro y del aire.
No existiré, sin más, por este amor
de amanecer cuando cae la tarde.
Contra el tiempo pequé, y mi condena
me aleja de las líneas de la imagen.
Año 2004
NÚMEROS (II)
Cuando se esperan números abiertos
la línea de la noche se hace nítida,
se olvida que hay destinos perfilados,
y que el mundo no es más que un punto fijo.
Cuando hay gestos que quedan en suspenso,
como en una oración, como hacia arriba,
se olvida que el camino está trazado,
y nunca hay un regreso hacia la carne.
Son todos los retornos imposibles
que nos dejan exhaustos, sorprendidos,
enfadados, en fin, ante los números
que a cada paso cierran con mil llaves
la proyección de estelas de cristal
que se nos va cayendo en el camino.
Año 2004