COMETAS (Marzo 2017)
Esas auroras de corta distancia,
que pinta misteriosamente el barro,
y la niebla solícita y viajera,
que llegaba del mar por la retama,
conforman un rincón clavado al aire,
como un álbum, un cofre, o una caja
con el nácar tejido por los bordes,
y las llaves guardadas en el pecho;
la madera preciosa, transpirando
su fondo de barnices inmortales,
reconoce palabras enterradas,
y huellas con su hilván de oro puro.
Esos atardeceres hacia adentro,
con el tiempo bordado en una esquina,
(sangre y sudor latiendo sin arnés,
hasta entrar en la noche consentida),
graban líneas azules en las manos,
tesoros repartidos por la arena.
No hay meses, ni estaciones, sólo luz
como de un meteoro o un cometa:
Quedan pájaros sueltos al azar,
mágicas briznas de flores salvajes,
y ráfagas aladas que aparecen
como algún arcoíris silencioso.
Para mí, para mí, pero sin ruido.