
FIESTA Y JAZMÍN
Fiesta, jazmín y luces de colores.
Un aroma absorbente de verano.
Un festival de estrellas sonrientes,
una pantalla grande, aún en blanco,
y mientras, yo, saltaba entre las ramas
de aquel bosque frondoso de zapatos,
que rodaban prendidos en la música,
al compás de Los Brincos o Los Bravos.
Ya no era necesario ir a la cama
a plegar la jornada muy temprano,
ni dejar los cuadernos y los lápices
en la mesa del cuarto preparados,
para emprender, al aire mañanero,
la ruta del colegio de mi barrio:
el fugaz juego de las vacaciones
el portón de la escuela había cerrado.
Eran noches de bailes y de cine,
con la luz del solsticio aún en alto:
primero los refrescos, dulces, fríos,
la Fanta con sus hielos en el vaso,
y la sangría para los mayores,
y ricas avellanas en los platos.
Después los discos de cuarenta y cinco
cuajaban melodías en el patio,
y todos empezaban con el baile,
muchachos y muchachas enlazados,
o rodando sin fin cual caracolas,
o trazando piruetas, giros, saltos,
al frenético ritmo que llenaba
la explanada del cine de verano.
Juventud desbordante que a mis ojos,
en la frontera de los ocho años,
eran adultos firmes, pues algunos,
¡casi alcanzaban ya los veinticuatro!
Yo emulaba los gestos de la danza,
aspirando el aroma denso y mágico
del dorado jazmín, frescor nocturno,
y las damas de noche que en los flancos
de la verja del cine rezumaban
su olor hacia la luna como un cántico.
Al fundirse la luz del sol de estío,
al irse los fulgores más brillantes,
bombillitas azules, verdes, rojas,
dejaban su arcoíris en el aire,
para ofrecer un rastro de colores
a la última audiencia de la tarde.
Se guardaban los discos en sus fundas,
la música cesaba, y los danzantes
retiraban los vasos y los restos
que habían sobrado del ruidoso baile,
y colocaban sillas en el patio
con la pantalla a punto de estrenarse.
Cuando al final la sábana callada
retomaba el color de alguna historia,
del oeste, tal vez, o de aventuras,
o alguna narración graciosa y cómica,
se hacía el silencio, tupido, expectante,
en el hermoso manto de las sombras.
Fiesta, jazmín, damas de noche y cine,
las luces de colores y las horas
iban moldeando emociones intensas,
de esas que anidan en el alma, hondas.
El estío y su traje de verbena
en el recuerdo de la infancia asoman.