PEQUEÑAS REFLEXIONES EN PROSA SIMPLE (IV) Marzo 2016
La importancia de los artículos
Es curioso, o si se quiere ver así, incluso hermosamente insólito, que una palabra tan menuda como un simple artículo pueda en ocasiones representar las dimensiones de ciertos universos concretos, como en el caso excepcionalmente arrebatador que se nos presenta en la película “Room”.
Esta pequeña reflexión viene al caso a raíz del impacto, a la vez asombroso e inquietante, que allá en el fondo de mi agitado espíritu ha provocado el visionado profundo de esta sobrecogedora película, “Room”, que han traducido, un tanto erróneamente en mi opinión, como “La Habitación”. Desde el humilde punto de vista de una estudiosa del idioma inglés, como yo, que disfruto de observarlo como una célula esquiva al microscopio, la traducción más exacta, la que hubiese dibujado el paisaje interior de uno de los personajes centrales, el niño, debería haber prescindido del artículo, para ser más fiel, primero al título original, y segundo, al limitado diccionario de realidades que el niño conoce. En suma, debería haberse traducido como “Habitación”, sin artículo y con mayúsculas.
¿Por qué? No voy a desmenuzar en estas líneas el complejo y absorbente argumento de la película; no me gusta actuar de “spoiler”, (literalmente “el que estropea” la historia, al contarla de antemano), no es en absoluto mi intención, sino que simplemente aspiro a escudriñar ciertos elementos, muy bien esbozados por cierto, de carácter lingüístico, que a mi entender reflejan con minuciosa precisión la visión distorsionada de un ser, un niño, que lleva toda su corta vida en un entorno de cuatro paredes concisas, cerradas, como lindes de una galaxia de definición exacta, donde todo es tan único, que los contados objetos que aparecen en su controlado mundo no necesitan diferenciarse de otros objetos semejantes, ya que no existe mundo exterior, ni siquiera paralelo, que pueda llevar a confusión alguna al nombrar las pocas cosas presentes. Y es ese el motivo por el que el chico no usa artículos para referirse a dichos objetos, a los que, como compañeros con entidad única, denomina con nombre propio: Puerta, Armario, Lavabo, Habitación… Sólo diré, a modo de sinopsis sencilla y sucinta, que en este film se nos enfrenta con la tremenda historia de una madre y su hijo, que viven encerrados en un minúsculo habitáculo. El hijo nunca ha salido de Habitación.
Es una película que recomiendo desde distintos enfoques: El del entretenimiento, a secas, que nos pilla siempre agazapados cuando se despliega el pellizco de la intriga; el del placer de sumergirse en la resolución de una injusticia; el de adentrarse en las reacciones de la psique humana; y también, el de la maestría admirable en el planteamiento del lenguaje con el que los personajes envuelven su experiencia, extraña, compleja, y de difícil aunque no imposible superación.
A favor de esta historia, he de recalcar que logró arrancarme durante dos horas de los enrevesados caminos que cruzan mi mente, para permitirme en ese rato observar desde muy cerca la complicada vivencia allí contada, y con ello librarme de los monstruos que se empeñan en llamarme en un desquiciado vaivén con la insistencia de un péndulo. “Room” me dio dos horas de libertad. Ya tiene que ser buena.